Tanto el estrés real (encuentro una serpiente en la escalera o me despiden del trabajo), como el estrés imaginario (siento que quizás está sucediendo o va a suceder algo, pero no lo sé ciertamente) siempre es una respuesta de mi inconsciente para tratar de salvarme de una situación que yo siento como muy peligrosa o de mucha dificultad. Es decir, ante esta situación, mi inconsciente toma el mando de forma automática, y me pone en alerta máxima con todo mi cuerpo en tensión para poder reaccionar rápidamente ante el evento. Por que lo único que quiere es que yo sobreviva como «especie» ante cualquier ataque de un «depravador». La decisión la toma el cerebro reptiliano por mi, controla mis funciones básicas, me prepara para huir o enfrentar el problema, como si aún estuviera en la selva y viera un animal salvaje dispuesto atacarme….. en nuestros días quedarse sin trabajo es como luchar contra un león, corro el riesgo de no poder alimentarme, ni a mi familia, y eso representa la «muerte».
Evidentemente, hay grados de estrés, dependen del miedo que la situación me genere. Pero este estrés puntual me permite pasar a la acción, me permite correr para escapar o tomar medidas para superarlo, y puede ser muy positivo para mi, me hace pensar en nuevas formas de afrontar los retos, me hace salir de la zona de confort. El problema es cuando tengo muchos conflictos a la vez, entonces el estrés puntual se convierte en un estado permanente y se cronifica, dejo de ser resolutivo, me vuelvo reactivo, me inmoviliza, y no pienso ni veo con claridad la salida. El estrés crónico ataca todo mi ser, no solo física, también emocional, mental y espiritualmente, y me hace sufrir.
Imma Cordomi
Especialista en Estrés y Gestión Emocional.
Talleres para el Bienestar y mucho más. Talleres sobre Gestión Emocional en el Pre-parto y Post-parto